Temperatura óptima para dormir

¿Sabías que existe un nivel de temperatura e incluso de humedad óptimos para lograr disfrutar de un sueño de calidad? ¡Sigue leyendo para descubrir todos los detalles y aprender a descansar mejor

¿Cuál es la temperatura óptima para dormir?

La temperatura óptima para dormir está entre 15 y 20 grados. La importancia de mantener el dormitorio en este rango de temperatura reside en que ayuda a que el cuerpo se regule mejor durante el sueño, facilitando la transición hacia un descanso profundo y reparador.

Cuando dormimos en un ambiente demasiado caliente o demasiado frío se puede llegar a interrumpir el ciclo del sueño, ya que la temperatura corporal baja naturalmente durante la noche para facilitar el descanso. 

Lo importante siempre es ajustar la temperatura del dormitorio según las necesidades personales de cada uno, para maximizar la comodidad y el descanso.

¿Cuál es la humedad óptima para dormir?

La humedad óptima para dormir se sitúa entre el 30 y el 50%. Mantener la humedad en este rango favorece la mejora de la calidad del sueño y garantiza un entorno cómodo y saludable.

Una humedad demasiado baja, menor del 30%, puede causar sequedad en la piel, irritación en la garganta y las vías respiratorias, empeorando el sueño. Y una humedad demasiado alta, superior al 50%, favorece el crecimiento de moho y ácaros del polvo, lo que puede provocar alergias, congestión nasal y otros problemas respiratorios que también interfieren con el sueño.

¿Cómo lograr la temperatura y humedad óptimas para dormir?

Para lograr esta temperatura y humedad óptimas para dormir es necesario ajustar tanto el entorno físico del dormitorio como nuestros hábitos. Los pasos a seguir son los siguientes: 

  1. Control de la temperatura: intenta que la habitación se mantenga siempre en el rango óptimo de los 15-20 grados. Una buena forma de conseguirlo es elegir ropa de cama adecuada, es decir, sábanas que permitan la transpiración con materiales como el algodón o el lino y por supuesto mantener el espacio bien ventilado para que el aire circule y se regule la temperatura.
  2. Control de la humedad: existen diferentes alternativas a tener en cuenta. Los humidificadores son perfectos para climas secos o durante el invierno, ya que evitan que el aire se vuelva demasiado seco. En cambio, los deshumidificadores son ideales para climas húmedos porque reducen la humedad excesiva y previenen la aparición de moho y  ácaros del polvo. También resultan muy útiles para regular la humedad ambiental plantas como la palma de bambú o el lirio. 
  3. Controles extra y ajustes: para medir de forma más exhaustiva la humedad y la temperatura de la habitación y realizar ajustes según sea necesario, puedes usar un  higrómetro y un termómetro. También es importante ajustar la calefacción para que no se reseque demasiado el aire y evitar el exceso de polvo y alérgenos en la habitación.
  4. Cuidado personal: otros hábitos importantes para regular la temperatura corporal son las duchas tibias antes de dormir así como el uso de ropa ligera. 

¿Cómo afecta en la salud la temperatura y la humedad al dormir?

Llegados a este punto, sabemos a ciencia cierta que la temperatura y la humedad ambiental tienen un impacto notorio en la calidad del sueño y en la salud en general. Para climas más cálidos es recomendable el uso de colchones frescos que te aportarán más confort. 

Una temperatura demasiado alta no solo interrumpe el sueño sino que aumenta la sudoración y puede generar problemas cardiovasculares. Y si es demasiado baja, se pueden llegar a experimentar problemas respiratorios, ya que el aire frío y seco irrita las vías respiratorias y empeora condiciones físicas como el asma o la sinusitis. 

En cuanto a la humedad, los efectos cuando es demasiado baja se traducen también en la irritación de las vías respiratorias y en la sequedad en la piel, labios agrietados y picazón así como una mayor probabilidad de sufrir infecciones respiratorias. Por el contrario, cuando los niveles son altos, se favorece el crecimiento de moho, ácaros del polvo y bacterias, lo que puede desencadenar alergias, congestión nasal y problemas respiratorios.

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